Después de algún
tiempo, entre de nuevo por la
puerta de la casa. Como en otros
días se sentía que algo
y alguien extraordinario allí estaban. Mis
hermanos se movían de un lugar a otro, mi
madre parecía desesperada. Veía a
mi hermana mayor
correr hacía la nevera como queriendo
resolver algún asunto propio que
le urgía. Mi hermano
correteaba por el lugar
distraído mientras yo continuaba caminando dentro
de la casa. Pase por el primer cuarto pero
la luz no estaba encendida y no pude ver a nadie. Seguí
por el pasillo principal de la
casa con todas sus luces encendidas. Finalmente
pase por la recamara principal de la casa
que durante 25 años
había sido la habitación de mis padres, algo
extraño estaba pasando allí.
Cuando lo vi escuche el primer grito -María,
hágame un pedazo de carne-, Dijo.
Mi corazón no lo podía creer.
Me detuve a detallarlo. Estaba como
en muchas otras ocasiones,
de cubito dorsal,
con el televisor encendido y
con el control en la mano. No recuerdo
haber visto su rostro perfectamente, pero si sentía
algo especial en él.
Realmente me alegro mucho verlo.
Saber que allí estaba me
lleno de mucha seguridad, pero, algo
andaba mal. Yo lo sentía.
María llego con el trozo de carne
que tanto le gustaba y mi
hermana menor le alcanzó un vaso de
jugo. Yo continuaba mirando
todos los acontecimientos y no los
podía creer. –Algo anda mal- pensé.
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