El día
finalmente llegó, había
esperado tanto por
ese momento y ya estaba
ahí, sentía que mi corazón
se aceleraba cada vez
que me acercaba. Mis pasos,
mis pensamientos, todo
estaba concentrado en una sola cosa.
¿Cómo estaba?, ¿cómo
se encontraba? ¿Cómo se vería?,
¿habrá cambiado?, eran las
preguntas que me hacía. Habían quedado
tantas cosas pendientes y por conversar, quería contarle todo lo que había alcanzado, mis metas,
mis sueños y mis triunfos. Quería
abrazarlo, darle un beso y
decirle lo mucho que lo
amo y la falta que me hizo no volverlo a ver.
El lugar al
que había llegado era totalmente desconocido para mí,
pero era hermoso.
Los arboles se mecían
por la briza y el
sol los atravesaba, generando
maravillosos destellos en el camino, todo
parecía un espacio
sin habitantes donde
nada afecta a nada y donde
todo convergía de manera perfecta
. La armonía se sentía
desde el mismo momento en el que llegabas y sabías
que todo estaba bien, tu
cuerpo y tu espíritu
inmediatamente sentían esa
poderosa energía que la
razón humana nunca podrá
explicar.
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