No pudo soportarlo
más. El temor de olvidar
era mucho mayor que
la fuerza que tenía
por querer enamorarse de nuevo. Ella desde un
extremo fijó su mirada en
él, comunicándole el
virtuoso deseo reprimido. Había bebido algunas copas
y su sonrisa ya no
era natural, era simplemente
el efecto obligatorio de hacerlo
de manera automática sabiendo lo que
ella quería. Él reaccionó
inmediatamente, no quería dejar
pasar esta grandiosa oportunidad, hacía
algún tiempo que no
lograba conectarse
emocional y físicamente
con alguna mujer y ya
se estaban pasando
por su cabeza
pensamientos extraños sobre su
sexualidad. Esta oportunidad
le daría las respuestas que buscaba
y la gran satisfacción de
haberlo conseguido. Habían
vivido durante más de un
año en la
misma casa, pero
nunca habían tenido la
oportunidad de expresar sus sentimientos.
Cada vez que
se daban los encuentros casuales en la cocina se
quedaba mirándola a los ojos, le decía todo a través de ellos, no
hacía falta musitar palabra
alguna. Ella, una mujer inteligente
lo entendería de inmediato. Sin
embargo, parecía no
reaccionar. Se sentaban y us conversaciones terminaban
en los detalles
de sus relaciones pasadas
o en lo insoportable que se había
vuelto su relación actual. Aquel hombre
al que por
alguna coincidencia universal
todo el mundo
detestaba, no era difícil
entender las razones.
En el verano
organizaron innumerables
salidas a la playa. Esos
momentos fueron necesarios
para conocerse mucho
más. No entendía cuál
era su situación, si se sentía
sola, quería conversar
con alguien, le
hacía falta su pareja
o si solamente requería ayuda.
En realidad él no
lo sabía, sin
embargo le gustaba
sentirse utilizado, con la
idea de que en algún momento
tendría la oportunidad de
revertir la situación. Ella, una mujer atractiva que
en la playa le
decía -mira , no me he
bronceado lo suficiente- y
seguidamente se levanta
parte del vestido de
baño y le mostraba la pelvis.
Así continuaron
durante el verano. Con aquellas
conversaciones de su
propia intimidad que enviaban
dos mensajes, uno erróneo
y otro mucho más
erróneo que el anterior.
Carlos se imaginaba todo
lo que ella le decía, generando una
leve excitación. Juan -Decía ella-, siempre
me dijo que como
yo nadie le
hacía el amor.
Carlos la miraba
y parecía que las
palabras emitidas por su
boca hubiesen tenido
un efecto de slow motion y que
el tono
de su voz hubiese
cambiado a extremadamente sensual. Mientras tanto
en su cabeza
iniciaba una escena de
felación exageradamente desmedida
en donde ella no quería
parar mientras le miraba a los
ojos.
Una noche, de
manera inesperada y después
de haberla deseado
incontables universos y
galaxias, un sonido
inconfundible retumbo sobre su
cabeza. Sera ella –pensó-. Deseando que así
fuera, se quitó la colcha blanca que la dueña
de la casa amablemente le había
lavado hace unos días y fue
directamente hacía la puerta. Podemos hablar –Dijo Camila- en un tono de poca fuerza, pero al mismo tiempo estaba dando una orden. Claro, pasa –Expreso
Juan- en una voz ahora más serena, no
dejando de lado las escenas que durante
un año
había deseado recrear, ahora se
encontraba pensando en todo aquellas cosas que un ser humano nunca deja de
pensar.
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