A veces me detengo a pensar. Sencillamente
parece que regreso al momento
aquel y añoro
el sentimiento que
este cuerpo ahora inerte
desea volver a sentir. Y suspiro,
reflexiono y recuerdo lo que
me decías; “Nadie va amarte como yo
lo hice”. Ahora
creo que es verdad. Pero la razón
me dice que no debe ser así. Y
recuerdo nuevamente tu
rostro en mi pecho,
tus ojos cerrados y tú en
un silencio que parece
sepulcral. Entonces te veía
totalmente dormida, tu rostro confirmaba tu mandato imperativo. Tu boca reflejaba una leve
sonrisa y tus movimientos y sonidos
me indicaban tu
felicidad. Estabas dormida en
mi pecho. Te miraba
y me respondías con tus suspiros
profundos. En ese sueño parecías
aferrarte a algo porque
suspirabas y con un
rápido movimiento me abrazabas
y tu sonrisa se hacía
mucho más clara, sin que tus
ojos se fijaran en mi. No era
tu cuerpo el que
se aferraba al mío,
yo sabía que no era tu
cuerpo y tu
también lo sabías. Era un lazo tejido con las más finas hebras,
como si hubieras querido que nunca se
rompieran. Y en mi pecho no se
han roto. He buscado la forma de
que este cuerpo reviva algo que
parece haberse perdido y aunque
busco no
he encontrado. Ahora siento
imposible que alguien teja lo que
tú tejiste. Y solo
espero que otra mujer
recite esas mismas palabras en
presente, para siempre.
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